Las colonias bacterianas son causa de las infecciones más tenaces que se conocen. Para vencerlas hay que aniquilar sus sistemas de comunicación.
SAM OGDEN
Mermar la capacidad de comunicación del enemigo puede resultar mucho más efectivo que destruir sus refugios o sus fábricas en la guerra contemporánea, como bien saben los estrategas. Muchos investigadores piensan que hay que actuar de la misma manera en la lucha contra las bacterias más peligrosas.
Los microbios responsables de muchas de las infecciones más persistentes se organizan en complejos y tenaces entramados o películas biológicas —biopelículas—, casi imposibles de erradicar con los antibióticos corrientes. La investigación médica reciente ha descubierto que cuando los microorganismos se disponen de esta forma dependen de manera decisiva de su capacidad para enviarse señales unos a otros. Los productos químicos capaces de interferir con esos mecanismos de comunicación podrían impedir las infecciones originadas por ellos o debilitarían sus bastiones, con lo que permitirían combatir un gran rango de enfermedades, que abarca desde las neumonías que se presentan repetidamente en pacientes con fibrosis quística, hasta aquellas infecciones de progresión lenta que proliferan frecuentemente alrededor de las prótesis médicas.
Septiembre 2001
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