El silicio se está convirtiendo en la materia prima de una multitud de dispositivos capaces de trocar la superficie de las micropastillas en fábricas y laboratorios en miniatura.
La Agencia Central de Inteligencia (CIA) no estaba de suerte: alguien había olvidado el microscopio. Los técnicos que se apretujaban en torno de Mehran Mehregany, docente en la Universidad Case Western Reserve, no podían distinguir con la pequeña lupa ocular del profesor lo que sucedía en la micropastilla que éste sostenía en la mano.
Mehregany no sabía por qué la CIA le había llamado a Washington. Pese a ello, quería demostrar a su audiencia que sus investigaciones no se quedaban en palabras, y que podían construirse máquinas sumamente diminutas, tales que 1000 de ellas cupiesen dentro de las letras "CIA". A falta del microscopio, el puntito oscuro en la lisa superficie del silicio tanto podría haber sido un motor giratorio como una mota de polvo.
Enero 1993
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