La edad, evolución y destino del universo dependen de la rapidez con que éste se expanda. Gracias a las nuevas técnicas para medir el tamaño del universo, se ha afinado más en el cálculo de la velocidad de expansión.
Todas las galaxias, incluida nuestra Vía Láctea, se alejan unas de otras en virtud de la gran explosión inicial ("big bang"), violento nacimiento del universo. A lo largo del siglo XX se ha descubierto dicha expansión, se ha detectado la radiación de fondo en microondas procedente de la explosión original, se ha inferido la fuente de los elementos químicos del universo y se ha representado la macroestructura y el movimiento de las galaxias. No obstante esos y otros muchos avances, quedan sin resolver cuestiones elementales: ¿cuánto tiempo ha transcurrido desde el inicio de tan colosal expansión? ¿Continuará el universo en expansión indefinida o la gravedad le obligará a invertir esa dirección para colapsar sobre sí mismo?
Durante decenios, los cosmólogos se han esforzado por responder a estas preguntas midiendo la escala de tamaños y la velocidad de expansión del universo; tarea para la que se precisa establecer primero cuál es la velocidad a que se mueven las galaxias y a qué distancia se encuentran. Disponemos de técnicas fiables para calcular la velocidad de las galaxias; no así para estimar su lejanía. A lo largo de los últimos diez años, varios grupos de astrónomos han elaborado, de forma independiente, métodos mejores para medir tales distancias, lo que ha comportado una estimación enteramente nueva de la velocidad de expansión.
Enero 1993
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