China acaba de mandar su primer astronauta al espacio. Espera convertirse así en una nueva potencia espacial.
James Oberg
La astronave Shenzhou 5 despegó del Centro Espacial de Jiuquan, cercano al borde del desierto de Gobi, en la China septentrional, a las nueve de la mañana, hora de Pekín, del 15 de octubre de 2003. El ingenio, cuyo nombre significa "navío divino", medía casi nueve metros de longitud y rozaba las nueve toneladas de peso. Lo lanzó un cohete Chang Zheng ("Larga Marcha"). Las cuatro Shenzhou que precedieron a ésta efectuaron vuelos orbitales, pero a diferencia de aquellos vehículos de prueba no tripulados, éste llevaba a bordo a un astronauta, el teniente coronel Yang Liwei, de 38 años de edad, antes piloto de cazas -tras el vuelo, se le ha ascendido a coronel-. China se convertía así en el tercer país que enviaba a una persona al espacio por medios propios.
Tres docenas de países han puesto en órbita a algún nacional suyo, pero todos viajaron en naves norteamericanas o rusas. En su empeño por contar con un programa espacial propio, China se ha procurado, y adaptado, técnicas creadas en Rusia y EE.UU. A los expertos, muchas características de la Shenzhou les resultan familiares; a primera vista parece una versión, en un tamaño algo mayor, de la nave rusa Soyuz. Sin embargo, algunos de los sistemas fundamentales han sido diseñados por la agencia espacial china; en ciertos aspectos, la Shenzhou supera técnicamente a la Soyuz.
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