La primera impresión que tenemos al observar la formación de espumas en lugares próximos a zonas habitadas es que nos hallamos frente a una manifestación de contaminación. Sin embargo, no siempre es así.
En ocasiones, estas espumas resultan de la elevada producción del sistema natural. Después de unas fuertes lluvias, en los arroyos de montaña aparecen acumulaciones en forma de espuma: se trata de una concentración de lixiviados de materia orgánica disuelta. Estos lixiviados proceden de la escorrentía superficial que atraviesa los horizontes orgánicos de los suelos forestales. La descomposición de la materia orgánica por parte de hongos hifomicetes relaja la tensión superficial del agua (debido en parte a la formación de ácidos volátiles como el fúlvico) y posibilita la constitución de una estructura esponjosa de menor densidad.
Esa estructura se mantiene durante horas, merced a un esqueleto de hifas que sostiene una abundante cantidad y diversidad de organismos y partículas, que se ven arrastrados por las aguas: protozoos, nemátodos, microcrustáceos, esporas de hongos, granos de polen y diatomeas.
Mayo 2009
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