Hay, a unos 12 millones de años-luz de la Tierra, una enorme galaxia espiral barrada, la M83, cuya imagen suele adornar las portadas de los libros de astronomía. Detengámonos en ella. Hacia el borde de M83 se aprecia una nebulosa pequeña, casi elíptica. Se trata de la galaxia enana NGC5253. El observador ocasional podría considerarla una compañera irrelevante de M83, pero la vista a veces engaña. La diminuta galaxia se halla en medio de un brote intenso de formación estelar, donde nacen estrellas a un ritmo celerísimo. En relación a su tamaño, la cadencia de formación estelar en NGC5253 multiplica la tasa registrada en M83.
En los últimos años los astrónomos han descubierto que las galaxias enanas -así NGC5253- abundan mucho más de lo que se venía suponiendo. Y por decirlo todo, difieren no poco de sus primas mayores: durante miles de millones de años permanecen en estado latente, para explotar luego en breves pulsos violentos de formación estelar. Los brotes de nuevas estrellas se dan también en las grandes galaxias, pero la radiación procedente de ellos queda a menudo velada por otras emisiones galácticas; sólo de los brotes de las galaxias enanas los investigadores extraen información clara de fenómenos tan intrigantes. De esas galaxias pueden también obtenerse pistas sobre la historia temprana del universo, puesto que son vestigios de tiempos muy antiguos y constan de material que apenas ha cambiado desde la gran explosión.
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