Los tejidos descubiertos en las sepulturas aristocráticas de Europa central revelan la pericia técnica alcanzada por los celtas en el transcurso de la primera Edad del Hierro.
El comienzo del primer milenio antes de la Era Cristiana, entre el siglo VIII y el V, constituye un período clave de la historia de los tejidos, por ser entonces, durante la primera Edad del Hierro —todavía llamada período de Hallstatt, en homenaje a la gran necrópolis austríaca—, cuando se produce la sustitución del tradicional telar vertical de dos barras, herencia del Neolítico y de la Edad del Bronce, por el de cuatro y cuando aparece, asimismo, el telar de tablillas (véase la figura 3). Con estos nuevos ingenios, los tejedores fabrican paños de cierta complejidad en los que, gracias a la mezcla de colores, a la combinación de técnicas y al empleo de fibras diversas, se consiguen motivos armoniosos, sin parangón hasta el Imperio Romano.
Esta revolución en el ámbito de los tejidos encuentra cierta correspondencia con los cambios sociales, políticos y culturales que sufren paralelamente las comunidades de la primera Edad del Hierro de la Europa templada (véase la figura 2), esto, es los celtas, que se extienden del norte de Alemania al norte de Suiza y del Macizo Central francés a Bohemia. La aristocracia allí surgida alcanzó una indudable prosperidad gracias al control de las vías de comunicación, lo que explica la reiterada ocupación de poblados en altura y fortificados, a lo largo de los entonces principales ejes de comercio: los valles del Danubio, del Rin y del Ródano. Además, se hizo inhumar en tumbas fastuosas, con ricas ofrendas de bronce, joyas de oro, los primeros objetos de hierro y numerosas manufacturas textiles.
Agosto 2000
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