Estos gigantescos ramoneadores acuáticos aventajaron a sus rivales del Nuevo Mundo. Ahora no tienen otro enemigo que los seres humanos, de quienes depende su supervivencia.
Había una vez una joven doncella que se estaba bañando en las orillas de un río. Sorprendida al ver a unos hombres que se acercaban, se lanzó al río, cubriendo su trasero con un abanico. La timidez la condenó así a una vida en el agua: la doncella se convirtió en un manatí, metamorfoseándose el abanico en su cola espatulada distintiva.
Así lo cuenta una leyenda de Mali, en Africa occidental, que curiosamente se hace eco de los orígenes de los manatíes como mamíferos que abandonaron la tierra para vivir en mares y ríos. Aunque hay muchísimos relatos que hablan de los manatíes en las culturas indígenas africanas y americanas, la investigación sobre ellos está empezando ahora a desvelar sus secretos. Entre sus adaptaciones únicas a una vida de herbívoros marinos se cuentan un suministro inacabable de dientes (con los nuevos sustituyendo a los desgastados) y una tasa metabólica anormalmente baja, que les permite ayunar durante períodos de hasta siete meses. Pesados y lentos, los manatíes tienen como único enemigo a los seres humanos.
Septiembre 1994
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