Gracias al estudio de esta patología provocada por los alimentos se ha descubierto un proceso que quizás actúe en numerosas enfermedades autoinmunitarias.
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Si tuviese que elegir la revolución científica más importante de todos los tiempos, tendría que remontarme unos 10.000 años. Aconteció en Oriente Medio, cuando el hombre se percató de que, a partir de las semillas que caían al suelo surgían nuevas plantas, un descubrimiento que condujo al nacimiento de la agricultura. Antes de producirse esta observación, el género humano basó su dieta en frutas, frutos secos, tubérculos y, de vez en cuando, carne. Los grupos emigraban hacia donde hubiese alimentos; quedaban a merced de los acontecimientos y se hacía imposible establecer asentamientos duraderos.
Tras descubrir el secreto de las semillas, los humanos aprendieron rápidamente a domesticar los cultivos hasta llegar a entrecruzar distintas variedades de plantas. Crearon así granos tan básicos para la alimentación como el trigo, el centeno y la cebada, que eran nutritivos, versátiles, fáciles de almacenar y, además, tenían valor comercial. Por primera vez, los humanos podían abandonar la vida nómada y levantar ciudades. No es coincidencia que las primeras áreas cultivables se convirtieran también en las "cunas de la civilización".
Octubre 2009
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