Esa zona de interacción, quizá la parte más dinámica del planeta, influye directamente en la rotación terrestre y en el campo geomagnético.
La estructura más viva de la Tierra se encuentra a unos 2900 kilómetros de profundidad, entre la zona inferior del manto y la parte superior del núcleo. Apenas atendida en las investigaciones del pasado, se nos muestra decisiva para conocer la evolución térmica y química del planeta. No podemos seguir considerándola mera zona de demarcación entre el núcleo superior de hierro fundido y el manto inferior de materiales rocosos; se trata, quizá, de la zona más activa, en términos geológicos, de todo el planeta. Sus características estructurales parecen haber cambiado drásticamente en el curso del tiempo, y sus propiedades físicas, puestas ahora de manifiesto, varían de un punto a otro en las inmediaciones de la zona basal del manto. Lo cierto es que los cambios físicos operados en la interfase entre el núcleo y el manto son aún más notables que los producidos en la superficie, donde la corteza limita con la atmósfera.
Se cree que la fuerte heterogeneidad de la región limítrofe entre núcleo y manto afecta a muchos procesos geológicos globales. La dinámica de la zona influye en el ligero balanceo del eje de rotación terrestre y en el campo geomagnético. Las variaciones que acontecen en esa región modulan, además, los movimientos de convección del manto, causantes de la deriva continental y de la tectónica de placas.
Lo más comentado
No, la física cuántica no explica la homeopatía
¿Por qué Nanotecnología? 10 respuestas.
El mito de Stephen Hawking
No, ni es astrobiología, ni es ciencia