Si se produjera un gran huracán que afectara a Nueva Orleans, la ciudad quedaría sumergida bajo seis metros de agua, con pérdida de miles de vidas humanas. Para conjurar el peligro deben emprenderse gigantescas obras de ingeniería.
Nueva Orleans es un desastre anunciado. La ciudad está por debajo del nivel del mar en una depresión flanqueada por diques que la limitan al norte con el lago Pontchartrain y al sur y al oeste con el río Mississippi. Por culpa de una desgraciada confluencia de factores está hundiéndose más, con lo que el peligro de que se inunde aumenta, incluso con tormentas medias.
El delta del Mississippi, muy bajo, que se interpone entre la ciudad y el golfo, está desapareciendo a pasos agigantados. En un año habrán desaparecido otros 70 u 80 kilómetros cuadrados de sus marismas. Cada pérdida ofrece a las crecidas de las tormentas un camino más despejado para extenderse por el delta, verterse en la depresión y atrapar a un millón de personas en ella y otro millón de las localidades que la circundan. Sería imposible una evacuación general de la población porque la crecida cortaría las pocas vías de escape. Los modelos informáticos de las trayectorias posibles de las tormentas realizados en la Universidad estatal de Luisiana (UEL) cifran en más de cien mil las bajas.
Diciembre 2001
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