El encarecimiento del petróleo exige buscar procesos en los que la inversión de energía consiga un óptimo rendimiento.
OLIVER MUNDAY Y JAMES BAMFORD
Los proyectos de explotación de tierras bituminosas abarcan 600 kilómetros cuadrados en el nordeste de Alberta, Canadá. El primer ministro Stephen Harper considera que el esfuerzo industrial para obtener petróleo de tales yacimientos cobra dimensiones épicas, equiparables a la construcción de las pirámides egipcias o la Gran Muralla china.
Ante la creciente dificultad de encontrar reservas de crudo y de gas natural, unida a la expansión de la demanda, las compañías petroleras se orientan hacia recursos menos tradicionales, como las tierras bituminosas, pero de extracción más difícil y onerosa. La producción de petróleo a partir de estos materiales se ha triplicado en los diez últimos años, llegando a 1,6 millones de barriles diarios en 2011.
Dada la necesidad de buscar fuentes de energía alternativas, cabe preguntarse cuáles serían las más recomendables. Ya su mero acceso requiere una gran cantidad de energía, tanto si se trata de pizarras bituminosas como de gas natural obtenido por la fractura hidráulica de esquistos o de antiguos yacimientos de crudo que se inundan de vapor para exprimir más petróleo. Para poder comparar las fuentes de combustible, Charles A. S. Hall, de la Universidad estatal de Nueva York, ha definido un parámetro, la tasa de retorno energético (TRE, o EROI en siglas inglesas), que mide la energía que proporcionan los combustibles por unidad de energía invertida en su elaboración. A mayor tasa de retorno, más energía se obtendrá para la industria. En este artículo examinamos las energías consumidas y los rendimientos obtenidos con distintas fuentes de combustible clasificadas por su TRE.
Junio 2013
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