El físico Lawrence Bragg publicó hace cien años una ecuación que iba a revolucionar la ciencia, desde la mineralogía a la biología.
CORTESÍA DE S. L. BRAGG
En el verano de 1912, un estudiante de doctorado de 22 años pasaba las vacaciones con su familia en la costa británica de Yorkshire cuando su padre, el físico William H. Bragg, recibió una carta que describía una importante conferencia de Max von Laue, un prestigioso físico teórico alemán.
En su conferencia, Von Laue daba cuenta de las primeras observaciones de la difracción de rayos X en un cristal (el mineral sulfuro de zinc, ZnS), realizadas por sus colegas Walter Friedrich y Paul Knipping. Los experimentos demostraban que los rayos X eran ondas, cerrando así una controversia que se remontaba a su descubrimiento, 17 años atrás. Aquel verano, Bragg y su hijo Lawrence investigaron febrilmente la difracción de rayos X en la Universidad de Leeds, donde W. Bragg era profesor de física.
De vuelta a la Universidad de Cambridge tras las vacaciones, Lawrence tuvo una idea revolucionaria. Los resultados de Von Laue, ¿no respondían simplemente a la reflexión de los rayos X en los planos de átomos del cristal? Lawrence se dio cuenta de que los experimentos de difracción aportaban pruebas sobre la estructura cristalina.
Junio 2013
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