
"La energía ni se crea ni se destruye." La ley de conservación de la energía, una de nuestras más queridas leyes de la física, se halla presente en todas las facetas de la vida: el calor necesario para calentar una taza de café, la luz del Sol para las reacciones de fotosíntesis, los alimentos que necesitamos ingerir para que nuestro corazón siga latiendo... No podemos vivir sin comer y los coches no arrancan sin gasolina. Así las cosas, ¿qué ocurre cuando las observaciones parecen contradecir una de las ideas más profundamente arraigadas de la ciencia?
Abandonemos por un momento la Tierra y consideremos el universo en su conjunto. Casi toda la información que nos llega del espacio exterior lo hace en forma de luz. Según la teoría de la relatividad general de Albert Einstein, la incesante expansión cósmica provoca que las ondas electromagnéticas se "desplacen hacia el rojo" (su longitud de onda aumenta) a medida que atraviesan el universo. Pero cuanto más larga es la longitud de onda de la luz, menor es su energía. ¿Adónde va esa energía, entonces? ¿Acaso se viola el principio de conservación?
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