Un satélite ruso y un satélite comercial, propiedad de Iridium, una empresa norteamericana de comunicaciones, chocaron a 800 kilómetros de altitud sobre Siberia. Cosa nada imposible, visto el número de objetos en órbita: en los últimos 20años se produjeron otros tres accidentes, aunque de menor importancia, pues sólo produjeron unas pocas piezas sueltas. Pero en este último impacto los fragmentos a la deriva son centenares. Algunos han descendido hasta la altura de la Estación Espacial Internacional, para la que suponen un riesgo, aunque pequeño, real.
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