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Hace diez años, la última vez que dos de los autores (Langer y Vacanti) escribimos para esta revista sobre las perspectivas de la ingeniería de tejidos, la mera idea de "construir" carne viva mediante la aplicación de los principios de la ingeniería y la combinación de materiales inertes con células sonaba para muchos a fantasía. Sin embargo, la demanda de ese tipo de tejidos humanos trasplantables para sustituir, restablecer o mejorar la función de los órganos era, y sigue siendo, elevadísima. Hoy en día, unos 50 millones de estadounidenses viven gracias a las diversas terapias que utilizan órganos artificiales. En las naciones desarrolladas, una de cada cinco personas mayores de 65 años se beneficiará, durante lo que le quede de vida, de las técnicas de sustitución de órganos.
Las técnicas actuales para sustituir órganos (trasplantes y máquinas de diálisis renal, por ejemplo) han salvado muchas vidas, pero son soluciones imperfectas que suponen una pesada carga para el paciente. Los tejidos biológicos obtenidos por ingeniería se crean a la medida del paciente y son inmunocompatibles; pueden acarrear un cambio notable en la calidad de vida de los pacientes con órganos disfuncionales. Ofrecen también otras aplicaciones; por ejemplo, se utilizan a modo de "órganos en un chip" para medir la toxicidad de medicamentos en desarrollo.
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