Además de participar en la osificación, la vitamina D refuerza nuestras defensas. La carencia vitamínica que sufre una parte extensa de la población contribuye a la propagación de enfermedades graves.
A principios del siglo xx, antes de la era de los antibióticos, el único remedio que se conocía para el tratamiento de la tuberculosis eran los "baños de sol". Nadie sabía la razón. Pero lo cierto era que los pacientes tuberculosos que reposaban en lugares soleados solían recuperar la salud. Ese mismo tratamiento se había descubierto en 1822 a raíz de una pandemia de raquitismo, una enfermedad infantil que se caracteriza por deformidades esqueléticas causadas por un desarrollo óseo deficiente. El raquitismo fue en aumento en la Europa de los siglos XVIII y XIX, coincidiendo con la industrialización y la emigración del campo a unas urbes contaminadas.
En 1822, el médico polaco Jedrzej Sniadecki observó que la prevalencia del trastorno era menor entre los pequeños que vivían en el campo. Empezó a experimentar con los niños de la ciudad: descubrió que se curaban con simples baños de sol.
Enero 2008
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