Inspirados en la naturaleza, los investigadores están creando sustancias que pueden prevenir los fallos, recomponerse por sí mismas y adaptarse al entorno.
Imagínese, por un momento, que puertas, suelo o techo emitieran sonidos musicales, que una escalera de mano se quejara del exceso de peso, que los edificios y puentes se reforzaran, solos, durante los terremotos y sellaran las grietas por sí mismos. Diríamos que estos sistemas habrían cobrado vida, pues podían alterar sus estructuras, dar razón de los daños, efectuar reparaciones y retirarse en la vejez.
Quizá no vivamos para ver tales estructuras. Pero demostrado está que esos materiales “vivos” son factibles. Los alquimistas modernos enumeran un surtido de dispositivos para animar la materia inerte: actuadores y motores que operan como músculos; sensores que hacen las veces de nervios y memoria; y comunicaciones y redes computacionales que reemplazan al cerebro y la médula espinal. En ciertos aspectos, estos sistemas gozan de propiedades superiores a las funciones biológicas: sustancias hay que pueden ser duras y fuertes en un momento dado y comportarse como si fueran de gelatina poco más tarde.
Noviembre 1995
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