En el laboratorio se emplean ya láseres para atrapar células, una a una, o sus componentes. Con un haz para fijar y otro para cortar, los investigadores proceden a manipulaciones sutilísimas.
tomo narashima
Nota de los editores: El Nobel de física 2018 fue otorgado a Arthur Ashkin, Gérard Mourou y Donna Strickland por dos inventos que revolucionaron las aplicaciones del láser: las pinzas ópticas y los pulsos ultracortos. En este artículo histórico, Michael W. Bern ya nos explicaba en 1998 cómo funcionan las pinzas ópticas y su gran variedad de usos, con énfasis en las aplicaciones biológicas.
Los haces de luz intensos y puros, los láseres, son componentes rutinarios de impresoras y lectores de discos compactos. Lo que no significa que los láseres limiten su aplicación a tareas triviales. Imagine el lector que enfoca un haz sobre tal orgánulo del interior celular. Considere, además, que el haz bloquea en su sitio la estructura en cuestión, a modo de pinzas fijadoras. Mientras ese haz minúsculo retiene al componente celular, un segundo haz actúa de escalpelo o tijeras y ejecuta una tarea de cirugía fina en el orgánulo.
Incluso en un mundo como el nuestro, acostumbrado a los láseres, representaciones semejantes suenan a fantasía científica. Nada más falso. Lo mismo que el cirujano guía las micropinzas y las microtijeras a través del endoscopio para acometer una intervención quirúrgica sin apenas agredir el órgano, el biólogo celular puede utilizar "pinzas de láser" y "tijeras de láser" para sus propias manipulaciones en células y orgánulos, sin provocar lesiones.
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