La terapia génica y las inmunoterapias, así como ciertos compuestos de venenos animales, ofrecen una gran esperanza para salvar la especie.
El demonio, o diablo, de Tasmania (Sarcophilus harrisii) es el marsupial carnívoro vivo más grande, además de ser una especie endémica de Tasmania y un icono de Australia. Desde hace más de veinte años, un cáncer facial transmisible ha devastado su población, que se ha reducido en más de un 80 por ciento.
El tumor, que se originó a partir de las células de Schwann (un tipo de neuronas), se detectó por primera vez en un animal del noreste de Tasmania en 1996 y, desde entonces, esa cepa de células cancerosas se ha extendido por los demonios de toda la isla. En 2014 apareció en el sureste una segunda cepa genéticamente distinta. En la actualidad, con una población menor de 15.000 individuos, el demonio figura en la lista de las especies en peligro de extinción de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y de la Organización de las Naciones Unidas. También está protegido por la legislación estatal de Tasmania y la federal australiana.
En la actualidad, para controlar la enfermedad y garantizar la conservación de la especie se están aplicando principalmente estrategias de prevención y protección. Una de ellas es el establecimiento de poblaciones cautivas en regiones específicas del estado de Tasmania, en el continente australiano y en zoológicos de alrededor del mundo, como el de San Diego, en California. Además, dentro del programa Save the Tasmanian Devil, del Gobierno de Tasmania, se están liberando a la naturaleza demonios sanos criados en cautividad. También existen programas para detectar el cáncer de forma temprana, favorecer la reproducción de la especie y ampliar las zonas de su hábitat en las que aún no ha llegado la enfermedad.
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