Esta primavera se van a abrir nuevas ventanas al universo. La NASA lanzará el Telescopio Espacial de Gran Campo de Rayos Gamma ("Gamma-ray Large Area Space Telescope", GLAST) con el fin de explorar entornos peculiares, los que rodean a los agujeros negros de mayor masa y a las estrellas de neutrones. Allí se generan energías enormes, en forma de rayos gamma de alta energía. Casi a la vez, el Gran Colisionador de Hadrones (LHC) del CERN, el laboratorio europeo de física de partículas situado en los aledaños de Ginebra, empezará a estudiar los bloques fundamentales de la naturaleza y sus interacciones a las distancias más cortas jamás exploradas. GLAST podría sondear algunos de los mismos fenómenos microscópicos que analizará el LHC, pero en su ambiente cósmico natural. Momentos tan emocionantes y revolucionarios como éste escasean en el dominio de la ciencia.
Los rayos gamma son radiación electromagnética de la más alta energía, o con las longitudes de onda más cortas. Ocupan, pues, uno de los extremos del espectro electromagnético. Los fotones de los rayos gamma transportan tanta energía, que los procesos ligados a la famosa ecuación de Albert Einstein E = mc2 pueden convertirla en parte en materia; esos fotones son muchísimo más energéticos que la luz óptica e incluso que los rayos X.
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