No sólo las personas nos divertimos jugando. También los perros, los gatos e, incluso, los octópodos. El biólogo Michael Kuba, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, revela a partir de la observación realizada en animales las claves sobre la evolución.
CORTESÍA DE MICHAEL KUBA
Señor Kuba, ¿por qué arroja bloques de plástico a los pulpos del acuario?
Pretendemos averiguar en qué momento y cómo se originó la actividad del juego en el curso de la evolución. ¿Por qué ha surgido y se ha desarrollado algo con aparentemente tan poco sentido? Por ello, junto con Gordon Burghardt, de la Universidad de Tennesee en Knoxville, investigamos de modo sistemático el comportamiento de animales no muy evolucionados, como pulpos, tortugas o peces raya. Muchos de los octópodos sometidos a observación, cuando encuentran los bloques en su acuario, se mantienen ocupados con ellos, en lo que se puede considerar un «juego con objeto».
¿Por qué actúan así?
Es una pauta de comportamiento típica que se da al encontrarse con objetos novedosos. Los psicólogos lo han estudiado en niños; nosotros lo hemos detectado de manera análoga en animales. Todo comienza con una fase de familiarización (la fase «¿qué es esto?»), en la que se examina el objeto con todo detalle. Después puede sucederle un cierto período de aburrimiento o desinterés, al que le sigue la etapa que podríamos definir con la pregunta «¿qué puedo hacer con esto?». En ella, los animales comienzan a jugar con el objeto, desplazándolo de un lado a otro.
Enero/Febrero 2011
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