Los bachilleres aprenden en el colegio que la herencia genética proporciona los "planes de construcción" de las proteínas de nuestro organismo. Por su parte, esas moléculas proteicas regulan --actuando como transportadores, bombas, receptores de señales, enzimas, etcétera-- casi enteramente el metabolismo. Por lo tanto, y ésta es la opinión más extendida, corresponde a los genes el papel rector del organismo.
A tenor de dicha misión, la dotación génica no sólo determinaría nuestra apariencia, sino también la operación de nuestro cuerpo. Incluso el espectro de nuestra conducta --en cuanto resultado de la actividad cerebral-- vendría predeterminado por los genes. Sin embargo, la idea de la omnipotencia de los genes se basa en un malentendido. Los genes no funcionan según unos principios rígidos e inamovibles. Antes bien, se muestran harto flexibles y se adaptan a nuestra situación vital.
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