Los microorganismos fugados del tracto digestivo pueden alterar el estado de ánimo.
SCIENCE SOURCE / ALFRED PASIEKA
Abundan cada vez más indicios de que el cerebro y el tracto digestivo se encuentran crucialmente vinculados, y de que la dieta y las bacterias intestinales pueden influir en nuestra conducta, pensamiento y estado anímico. En una investigación reciente se han hallado pruebas de translocación bacteriana o «permeabilidad intestinal» en personas con depresión.
El sistema digestivo se encuentra revestido por una pared celular impermeable. Ciertas conductas o dolencias pueden debilitar esta pared, de manera que posibilitan que sustancias tóxicas y bacterias alcancen el torrente circulatorio. Según un estudio publicado en Acta Psychiatrica en mayo de 2013, alrededor de un 35 por ciento de los participantes que sufrían depresión presentaban también signos de permeabilidad intestinal, situación que se había detectado previamente a través de un análisis de sangre.
Se ignora todavía la relación entre permeabilidad y depresión, aunque trabajos anteriores ofrecen algunas pistas. Las bacterias desplazadas pueden activar respuestas autoinmunitarias e inflamación, que se sabe están asociadas con la aparición de depresión, decaimiento y cansancio. Michael Maes, autor del artículo e investigador en psiquiatría con afiliaciones en Australia y Tailandia, asegura: «un intestino permeable puede aumentar la inflamación en pacientes deprimidos». De no recibir tratamiento, ello podría exacerbar su sintomatología. En la actualidad, si los cambios en la dieta y la modificación de la conducta no resultan eficaces, la permeabilidad intestinal se trata con una combinación de glutamato, N-acetilcisteína y zinc, sustancias que poseen, se cree, propiedades antiinflamatorias o antioxidantes.
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