Los temblores y la lentitud de movimientos son los síntomas más patentes, aunque no los más nocivos.
Bettmann / Corbis / American Scientist
No será quizás una epidemia, pero la enfermedad de Parkinson abunda más de lo que pudiera pensarse. Sólo en Estados Unidos la sufren un millón de personas. Aparecen allí 60.000 nuevos casos al año.
Este trastorno neurodegenerativo, a la vez progresivo e incurable, suele comenzar en torno a los 60 años. Cabe la probabilidad de que su incidencia crezca espectacularmente con el envejecimiento de la población. Pero el parkinson no debe considerarse exclusivamente un padecimiento senil. Puede iniciarse a edades más tempranas; recuérdense los ejemplos de Michael J. Fox (diagnosticado a los 30) y del campeón mundial Muhammad Ali (antes Cassius Clay), a los 42.
Durante decenios, los investigadores han entendido que síntomas tan clásicos como los temblores, la lentitud de movimientos y los problemas de equilibrio hunden su raíz en la pérdida de células nerviosas dopaminérgicas (que utilizan como neurotransmisor el compuesto químico dopamina) ubicadas en una parte del tronco cerebral, la substantia nigra pars compacta.
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