El dictamen de los médicos era fulminante: las personas con la enfermedad hereditaria llamada trisomía 21 tenían una "forma de vida degenerada". Su conducta venía determinada por un "retraso mental llamativo y una vida traviesa y alegre, inclinada siempre hacia la necedad", según se leía todavía en manuales oficiales de los años sesenta del siglo pasado.
John Langdon Down (1828-1896), médico inglés, fundó una residencia para niños con minusvalías psíquicas en la villa de Teddington, cerca de Londres, y combatió a fondo sus síntomas. Trató de clasificar los trastornos psíquicos de acuerdo con criterios étnicos, pero, al acuñar la expresión "idiocia mongoloide" para definirlos, añadió un nuevo estigma a sus pequeños pacientes, con dedos cortos, cara redonda y una hendidura palpebral reducida y característica.
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