Los bebés aprenden a decir sus primeras palabras de manera espontánea, pero ¿cómo lo logran? Los científicos desvelan los mecanismos neuronales involucrados.
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Los bebés llegan al mundo con un oído hipersensible; perciben más sonidos que los adultos.
Esta capacidad retrocede alrededor de los diez meses de vida. A partir de esa etapa, los niños comienzan a filtrar los fonemas de la lengua materna.
Las conexiones cerebrales de la red lingüística se desarrollan hasta la edad adulta. El adolescente domina cada vez mejor la lengua materna, pero el aprendizaje de un idioma extranjero resultará progresivamente más costosa.
Seis y media de la tarde. Se oyen unos pasos firmes que se acercan a la puerta y el tintineo de unas llaves que giran en la cerradura. De inmediato, Lucas deja de jugar y escucha con atención. A sus dos años recién cumplidos ya reconoce lo que ocurre. Deja caer su automóvil de juguete y corre hacia la entrada. Antes de que su padre cierre la puerta tras de sí, Lucas tira de su pantalón y comienza a balbucear: «¡Papá! Fuera, patos, ñam ñam, mamá, pan, cuac cuac, agua, fría, Lucas, coche, mamá, come, papá, libro, guau guau, ver, ven».
Hace pocas semanas se podían contar con los dedos de una mano las palabras que el niño pronunciaba. Ahora, apenas pierde tiempo para respirar mientras habla. El experimentado padre descifra el sentido de los sonidos que articula su hijo: «Hola papá. Hoy he dado de comer pan a los patos afuera con mamá. Los patos graznaban y el agua del estanque estaba fría. He jugado con el coche y mamá cocina. Papá, quiero ver contigo el libro de los perritos. Ven conmigo».
Cuando los niños comienzan a hablar no dejan de sorprender a los padres: en pocos meses se aventuran en el mundo del lenguaje. De manera similar a agarrar objetos o a correr, no necesitan instrucciones para formular sus primeras palabras. Por otro lado, la lengua que aprenden no se encuentra preestablecida, sino que queda definida por el contexto en el que crecen. Aun así, los pasos hacia el habla fluida son siempre los mismos; no importa si se trata del español, alemán o japonés.
Con todo, el funcionamiento de este fenómeno resulta todavía un misterio para los investigadores. Aunque la solución seguro que se halla en el cerebro: los recién nacidos vienen dotados con una especie de hardware neuronal diseñado para que lo programen con idiomas.
Enero/Febrero 2016
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