La práctica habitual de deporte repercute de forma positiva, aunque selectiva, sobre el rendimiento de los sistemas nerviosos central y autónomo.
CORTESÍA DE ERGONOMÍA SOLEI
Mens sana in corpore sano. El antiguo lema sigue vigente en nuestros días. Hoy, numerosas investigaciones demuestran que la actividad física ejerce una función esencial en la protección de la salud física y mental [véase «Los beneficios del ejercicio»; por S. S. Bassuk, T. S. Church y J. E. Manson en Investigación y ciencia, febrero de 2014].
Se ha constatado que la práctica regular de actividad física mejora el funcionamiento del sistema nervioso autónomo (SNA) y favorece las adaptaciones estructurales y funcionales beneficiosas para el sistema nervioso central (SNC). Entre otros beneficios, previene la neurodegeneración y promueve la neurogénesis así como el crecimiento de capilares sanguíneos en el hipocampo, la corteza motora, el cerebelo y los ganglios basales. Pero ¿de qué manera influye la práctica de deporte regular en el organismo?
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