Hablamos de una patología que perturba la vida de relación. Los enfermos, compelidos a rituales estériles o discapacitantes, podrían librarse con un tratamiento mixto, esto es, medicamentoso y psicoterápico.
Jérôme Palazzolo
"Me llamo Adela. He cumplido 41 años. Estoy casada, con dos hijos, hoy adolescentes. Mi marido es agente comercial y yo enfermera en un servicio de cirugía, en una ciudad del sur de Francia. Nuestra vida familiar es agradable; los chicos, estupendos, gozan de buena salud; a mi marido le gusta su trabajo y le va bien. Hacemos muchas cosas juntos y vemos a nuestros amigos con regularidad. Salimos de vacaciones dos o tres veces al año.
Me dicen a menudo que tengo suerte, y así es. Sin embargo, no me siento tranquila; carezco de paz. Ando en continua tensión, fastidiada, agresiva en ocasiones. Tengo la impresión de que algo no funciona. Me siento culpable al pensar en toda la gente que tiene menos suerte que yo en la vida. Me esfuerzo en rechazar este sentimiento de malestar, y pienso, "¡No tengo derecho a no estar bien!" Esta situación dura desde hace más de 10 años, y me doy cuenta de que, en definitiva, nunca me he atrevido a hablar de mí. Tal vez, por vergüenza. Convivo con este sufrimiento.
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