Hospital clínico de la Universidad de Dresde."Debe decirme cuál de las tres varillas es la que huele", le explica la estudiante de medicina a Magdalena Flügge. La paciente, sentada, se cubre los ojos con una venda. De una paleta extrae la joven tres varillas de un dedo de grosor. "¿Uno, dos o tres?", pregunta mientras pasa dos varillas neutras primero y luego otra aromatizada con olor a rosas ante la nariz de Flügge. "No está muy claro", responde ésta. "Pues debe decidirse", insta la alumna.
"Dos", repone Flügge, dubitante. Incorrecto. La estudiante introduce el número en el ordenador. Toma la siguiente varilla de la paleta y pregunta de nuevo: "¿uno, dos o tres?". La paciente levanta la nariz como si así pudiera olfatear mejor y reconocer las especies volátiles que pasan frente a ella. "Tres". Incorrecto. Nueva entrada en el ordenador. Otra vez la alumna: "¿Uno, dos o tres?". "Dos", asevera sin convicción la paciente. Pero esta vez ha acertado. ¿Casualidad? No es fenómeno infrecuente en la realización del "Sniffin Stick Test", que venimos exponiendo.
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