El primer día de colegio. El primer beso. La primera fiesta. Algunos recuerdos se anclan en la memoria. ¿Por qué? Al parecer, las experiencias más intensas dejan huella en nuestra dotación genética.
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Los recuerdos de larga duración imprimen una huella en nuestra dotación genética. Entre otros elementos, ciertos genes portan los denominados grupos acetilo en las proteínas estructurales del ADN.
El cerebro de las personas con la enfermedad de Alzheimer, en cambio, dispone de menos «pilares de memoria» como estos. El epigenoma también se altera en el trastorno por estrés postraumático.
En experimentos con animales se ha podido restablecer la acetilación faltante mediante medicamentos y, de esta manera, se ha mejorado el rendimiento de la memoria.
Cuando tenía 6 años, solía salir en bicicleta con mi mejor amigo. Nos lanzábamos por la calle con maniobras vertiginosas y pedaleábamos con todas nuestras fuerzas para ver quién llegaba primero. Recuerdo esas salidas como si fuera hoy. ¿Cómo es posible, si han pasado 36 años desde entonces? ¿De qué modo logra el cerebro retener recuerdos durante tanto tiempo?
Cuando yo montaba en bici de pequeño, esa misma pregunta le rondaba por la cabeza al premio nóbel Francis Crick (1916-2004). El codescubridor de la estructura del ADN señaló en un ensayo de 1984 que la mayoría de los componentes de las células nerviosas no están diseñados para almacenar recuerdos durante años y, mucho menos, decenios. Las neuronas se encuentran formadas, en gran parte, por proteínas, cuya vida media es de unas horas o, como mucho, unos días.
¿Dispone acaso el organismo de moléculas que persistan mucho tiempo? Ello sucede con un elemento celular esencial, el ADN. Este codifica la información genética de un modo extraordinariamente estable. Crick se preguntaba si los recuerdos se almacenarían en forma de cambios químicos en el genoma, casi como una especie de polizón.
En la década de 1980, su idea aún no convencía a los otros investigadores. Pero numerosos estudios más recientes han revelado que esos cambios epigenéticos contribuyen a la creación y conservación de la memoria.
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