Muchas personas consideran que lo agradable desde el punto de vista estético es automáticamente correcto. Incluso los matemáticos suelen juzgar las fórmulas y los teoremas mediante su "atractivo". ¿Por qué?
Rolf Reber
Sascha Topolinski
gehirn & geist
La idea de que la belleza no es pura apariencia, sino que debe estar al servicio del bien y del conocimiento se remonta ya al filósofo griego Platón. También en el Medievo, los artistas y los eruditos estaban convencidos de que algo verdadero no podía ser feo. Y, hasta hoy, los matemáticos y los físicos nos informan de que la elegancia de una teoría les proporciona, con frecuencia, un primer indicio de que es correcta. En una ocasión, el matemático Hermann Weyl (1885-1955) fue tan lejos como para sostener la validez de una hipótesis sobre la fuerza de gravedad que se tenía ya por refutada, sólo porque encontraba la fórmula realmente bella. El instinto de Weyl estaba en lo cierto: la electrodinámica cuántica le dio más tarde la razón respecto a esa idea matemática fundamental suya.
Naturalmente también puede suceder que la teoría más elegante resulte ser falsa. La conexión entre "bello" y "correcto" no es algo perteneciente al orden natural, sino que la establece el espíritu humano. ¿Por qué? En el año 2004, uno de nosotros (Rolf Reber) publicó, junto a Norbert Schwarz, de la Universidad de Michigan en Ann Arbor, y Piotr Winkielman, de la Universidad de California en San Diego, una teoría de la sensación estética. Según ésta, encontramos una obra de arte o una pieza de música especialmente bella cuando nos resulta fácil percibirla. Los psicólogos llaman a esta facilidad "Processing Fluency" (en español: fluidez de procesamiento).
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