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Se consumen poco, pese a sus múltiples beneficios. Los libros, más en concreto, la lectura, promueve el desarrollo cognitivo con más ímpetu de lo que se pensaba hasta ahora. Leer con frecuencia y de forma aplicada estimula la percepción, la concentración y la empatía. Además, produce cambios anatómicos en el cerebro que favorecen la comunicación entre las estructuras encefálicas: un cerebro entrenado en el ejercicio de la lectura será capaz de compensar mejor el proceso degenerativo que se produce de forma natural a lo largo de los años.
Durante la lectura tiene lugar un aumento intenso de la actividad en las circunvoluciones cerebrales, en especial en el hemisferio izquierdo. Para llegar al significado de una palabra, el lector primero debe reconocer la forma de cada una de las letras, además de procesar su orden en sílabas. Todo ello debe traducirlo a sonidos. Las mediciones mediante técnicas de neuroimagen muestran que al presentar palabras aisladas a los sujetos, se estimulan numerosas regiones cerebrales.
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