
¿Cómo podemos descubrir si somos víctimas de un bulo? ¿Existen indicios en las personas tan reveladores como la nariz creciente de Pinocho para detectar una mentira? Por desgracia, la respuesta es no. Mucha gente cree que puede identificar a un mentiroso gracias a su comportamiento o a ciertas señales corporales (rascarse repetidas veces la cabeza, moverse de forma nerviosa o ponerse colorado). Sin embargo, tales indicios no suelen ser válidos, tal como sostiene un grupo de investigadores dirigido por la psicóloga Bella M. DePaulo, de la Universidad de California. En 2003, dicho grupo recopiló en un metaanálisis los resultados de unos 120 estudios sobre los síntomas físicos concomitantes de las mentiras. Resultado: la mayoría de los estereotipos no se ajustan a la realidad. Por lo general, los mentirosos no se remueven nerviosos sobre la silla ni tratan de evitar el contacto visual con su interlocutor.
Parece que a la mayoría de las personas les resulta muy difícil emitir juicios de valor correctos sobre la veracidad o la falsedad de las palabras de los demás. A tal conclusión llegaron DePaulo y Charles F. Bond, este último de la Universidad Cristiana de Texas, en otro metaanálisis desarrollado en 2006. Los dos investigadores recopilaron, en esa ocasión, los resultados de 206 estudios sobre la eficacia de los juicios de credibilidad. En total, solo un 54 por ciento de los juicios sobre si una afirmación se ajustaba a la verdad o era falsa fueron correctos. Aunque desde un punto de vista estadístico superar el 50 por ciento puede resultar significativo, tal porcentaje no puede considerarse precisamente revelador en este caso, ya que las respuestas al azar también podrían propiciar dicho resultado. En la prueba, los participantes reconocieron por término medio con mayor frecuencia las afirmaciones verdaderas que las falsas.
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