¿Recuerda sus tiempos de estudiante? Al día siguiente debía enfrentarse con un examen importante; le urgía aprender algo rápidamente, quizás un capítulo del Quijote o unos difíciles compases de clarinete. Tras largas horas de estudio llegaba la medianoche y no había conseguido el objetivo. ¿Qué hacer? ¿Sacrificar una noche de sueño para seguir estudiando?
La mayoría contestaría afirmativamente. Pero si nos basamos en cómo trabaja nuestro cerebro, la respuesta sería, a buen seguro, negativa. Desde hace tiempo, los psicólogos vienen sospechando que el sueño guarda relación con la formación de la memoria, aunque los mecanismos no estén todavía claros. Las pruebas conductuales muestran que un período adecuado de sueño antes y después de una sesión de entrenamiento resulta determinante para el aprendizaje, hablemos de álgebra o de tenis.
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