Nuestro cerebro decide rapidísimamente qué sucesos retiene de la fugaz corriente de la vida.
¿Ha leído el periódico esta mañana? Recordará seguro el accidente de aviación. Pero, ¿qué novedades había en la sección financiera? No se preocupe, usted no se halla en estado senil, aun cuando, antes de acabar de leer este artículo, se pregunte por el título del mismo. De la infinidad de informaciones desordenadas que recibimos cada día, sólo una fracción minúscula queda anclada en la memoria. No se trata de ninguna debilidad mental, sino de una absoluta necesidad. Pues almacenar uno a uno en el "disco duro" la ingente cantidad de datos llevaría, en un brevísimo plazo de tiempo, a nuestro cerebro al borde de su capacidad.
Hace sólo unos veinte años, todavía se asociaba el cerebro a una suerte de ordenador biológico que grabara sin discriminación cuanta información le llegara. De entonces acá hemos ido aprendiendo que el cerebro es, ante todo, un maestro en desechar lo superfluo de la corriente de datos. A la manera de una red de malla amplia, se ocupa sólo de retener los peces grandes. Pero, ¿cómo reconoce que se trata de un pez grande?
Octubre/Diciembre 2003
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