
© DREAMSTIME / Vladimir Pogorelov
A menudo, a los enfermos de párkinson les resulta difícil caminar: o bien son incapaces de dar el primer paso o no pueden dejar de moverse cuando llegan a su destino. El problema no reside en los pasos en sí, sino en el inicio y la conclusión de la acción, una dificultad incesante que afecta a todos los aspectos de la vida cotidiana. Ya se han detectado las neuronas cerebrales que dan comienzo y fin a los movimientos.
Rui Costa, del Programa Champalimaud de Neurociencia en Portugal, y Xin Jin, del estadounidense Instututo Nacional de la Salud, diseñaron una tarea para ratones cuya equivalencia humana consistiría en dar ocho pasos. Si los múridos pulsaban una barra ocho veces, recibían una recompensa. Costa y Jin implantaron en el cerebro de cada ratón unos electrodos diminutos con el fin de registrar la actividad neuronal en el núcleo estriado (estructura ubicada en lo profundo del cerebro que interviene en las órdenes motoras). Descubrieron que ciertas neuronas se activaban justo después de que el ratón empezase a pulsar la barra; otras, en cambio, lo hacían antes de que dejase de pulsarla.
Con el objetivo de confirmar que tales neuronas eran responsables de las órdenes de marcha y paro, se modificó genéticamente a los ratones para que carecieran de dichas células cerebrales. Los animales fueron entonces incapaces de aprender la actividad: tardaban en pulsar la barra y tendían a detenerse de manera aleatoria a media tarea. Los múridos no presentaban dificultades en los movimientos propiamente dichos, explicó Costa, pero, al igual que en la enfermedad de Parkinson o en la de Huntington, sí para empezar o concluir la acción. El trabajo debería ayudar a entender con precisión los fallos que se dan en el cerebro de los enfermos, así como contribuir a diseñar terapias más afinadas.
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