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Las buenas intenciones suelen convenirse al caer la tarde. Llegamos a casa con las mejores intenciones; abrimos la puerta de la nevera y, de camino a las manzanas que llenan el frutero, nuestra mano pasa de largo y alcanza la sabrosa porción de tarta de chocolate que «implora» junto a las menos atractivas piezas de fruta. Otra situación típica: nos hemos propuesto no consumir alcohol en la fiesta de aniversario de nuestro amigo, esta noche aguantaremos; mas, tras unas horas de conversaciones animadas y algo de bailoteo, nos encontramos conduciendo con unas copas de más en el cuerpo... Un supuesto más: una persona se despierta en cama ajena, a pesar de su promesa de permanecer fiel a su pareja.
A menudo, las metas «sensatas» a largo plazo entran en conflicto con la tentación de los placeres inmediatos. Resistirse a una tentación requiere de cierto autocontrol, de la capacidad de anteponer los objetivos a largo plazo a las recompensas inmediatas u otros obstáculos. ¿Cómo es posible que el ser humano se rinda a la tentación, comprometiendo con ello sus propios intereses? ¿Qué circunstancias favorecen el autocontrol? ¿Cómo puede reforzarse?
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