El gen FoxP2 permite hablar a las personas. ¿Cómo? La respuesta la tienen las aves canoras.
¡Eso no puede ser casual! En una escuela inglesa de logoterapia corretean numerosos retoños de una familia numerosa. A comienzos de 1990, el grupo de Jane A. Hurst, del Hospital Radcliffe de Oxford, examinó con detenimiento el asunto y llegó a la conclusión de que los niños no paraban de farfullar y tropezar con determinados escollos gramaticales, por ejemplo la sucesión temporal correcta, al igual que algunos de los padres y una abuela. Este defecto del habla y del lenguaje se remontaba hasta los bisabuelos.
A las personas afectadas de esa familia, protegida con el apelativo KE, les costaba mucho articular las palabras. No tenían ningún problema para masticar y realizar otros movimientos bucales. Sus órganos del lenguaje no mostraban tampoco anomalías en su desarrollo. No padecían ningún problema motor (de los miembros inferiores, los miembros superiores o los dedos); poseían una audición normal. El cociente intelectual de todos los miembros de la familia, con dificultades para el habla, era normal, si acaso algo bajo, aunque apenas se distinguía del mostrado por los parientes sin problemas para el lenguaje.
Noviembre/Diciembre 2007
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