
Tomado de las investigaciones hechas por J. Sanes y J. Lichtman
del dpto. de biología molecular y celular, Universidad de Harvard).
A finales del siglo xviii, el experimento de Luigi Galvani se ganó el título de «espectáculo de moda»: todo salón de reuniones italiano que se preciara debía ofrecer a sus convidados la posibilidad de gozar del impactante y entretenido fenómeno científico. Los espectadores presenciaban expectantes cómo las patas de una rana se movían bajo el efecto de descargas eléctricas, sin saber que estaban siendo testigos de los primeros pasos hacia una nueva ciencia conocida hoy como electrofisiología o incluso, por qué no, del origen de la ingeniería biomédica.
Los resultados de las investigaciones de Galvani propiciaron asimismo un gran revuelo entre la comunidad científica. Calaron hondo en Alessandro Volta, quien interpretó los experimentos desde el rigor de la física, por lo que negaba la existencia de la electricidad de origen animal de la que parecía estar convencido su coetáneo. Se iniciaba así una famosa controversia que, fruto del afán de Volta por detentar la razón, dio paso al invento de la pila. No obstante, dicho ingenio no hizo sombra a los descubrimientos de Galvani. Giovanni Aldini, sobrino de este, demostró con otro experimento la existencia de la «electricidad animal» que su tío pregonaba. De esta manera zanjaba la discusión: quedaba demostrada la influencia de la energía eléctrica en el sistema nervioso y muscular humano.
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