¿Importa realmente el tamaño? Para el cerebro, no.
CORTESÍA DE THEO TVETERÅS Y LARS MARCUS VEDELER
Lemuel Gulliver comprueba de primera mano que el tamaño es relativo. En el país de Brobdingnag se le considera un enano, y en la isla de Lilliput, un ser gigante.
Si se leen las peripecias del protagonista de Los viajes de Gulliver bajo la luz de la neurociencia se aprecia que Jonathan Swift (1667-1745), ensayista, poeta, autor de sátiras y de la clásica obra, sabía no poco sobre la mente humana. Las dimensiones absolutas carecen de significado para el cerebro: calibramos el tamaño según el medio en que se encuentra. Un mismo círculo de diámetro mediano nos parecerá más pequeño si le rodean otros más grandes, y más grande si a su lado existen círculos más pequeños, tal como describiera el psicólogo alemán Hermann Ebbinghaus.
También el contexto social o psicológico puede inducir a falsas apreciaciones. Investigaciones recientes revelan que para las personas con aracnofobia, las arañas son de mayores dimensiones que para quienes no temen a estos bichos. También los hombres que empuñan armas nos parecen más altos y vigorosos que los obreros equipados con alguna herramienta de trabajo. Presentamos a continuación una muestra de ilusiones que ampliarán los horizontes y menguarán la confianza del lector en lo que es real. Descubra si son de su talla.
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