¿Le apetece una cita a ciegas singular? Hay en Berlín un restaurante especializado en gastronomía vivencial. ¿De qué se trata? Acudí movida por la curiosidad. Al principio todo parece normal; el aperitivo se sirve a la luz de las lámparas. Pero, apenas me he sentado a la mesa, se apagan las luces, igual que al comienzo del primer acto de una función de teatro. Mas el resto se desarrolla en completa oscuridad. Ni siquiera se puede ver la proverbial mano delante de los ojos.
Busco a tientas los cubiertos. Quizá sería mejor que utilizara los dedos. ¡Klirr! En alguna parte se ha caído un vaso. No será el último de la noche. El despojo temporal de la vista produce una confusión considerable. No es de extrañar; al fin y al cabo, el vidente está acostumbrado a saber con un golpe de vista hasta dónde alcanza.
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