Los mecanismos subyacentes bajo esta enfermedad están saliendo a la luz, abriendo el camino a tratamientos innovadores.
JAMES KNOWLES / CORBIS SIGMA / AMERICAN SCIENTIST
La esencia de la naturaleza de la enfermedad de Alzheimer, la demencia, atemoriza a cuantos han visto a un amigo o miembro de la familia desmoronarse ante su avance. Enfermedad devastadora donde las haya, estamos lejos de dominar su etiología y mecanismos subyacentes, pese a los notables progresos logrados en los últimos años.
El deterioro de la personalidad cursa inexorable. En la mayoría de las situaciones empieza tardíamente; en algunos casos, sin embargo, se presenta de forma precoz y con clara agregación familiar. Para el número exiguo de portadores de mutaciones asociadas a la enfermedad de Alzheimer, la genética resulta cruel e implacable: quien hereda uno de esos genes, desarrolla indefectiblemente la enfermedad. Aun así, la mayoría de los casos estudiados no se ajusta a un patrón hereditario claro; la herencia de determinados genes aumenta la probabilidad de padecer la enfermedad por encima del riesgo promedio, pero otros casos aparecen en ausencia de factores de riesgo conocidos y no demuestran ningún patrón de herencia característico.
Noviembre/Diciembre 2005
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