En la búsqueda de un remedio contra la enfermedad de Alzheimer, los investigadores encuentran en los múridos un aliado para ampliar conocimientos.
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En el trigésimo séptimo congreso de psiquiatría de Alemania sudoccidental celebrado en Tubinga en 1906, un neuropatólogo de la Clínica Universitaria de Múnich presentó el caso de una mujer de 55 años con una pérdida masiva de memoria que finalmente había muerto en estado de demencia. Este médico desconocía el nombre de la "peculiar enfermedad de la corteza cerebral" que afectaba a la paciente. Alois Alzheimer (1864-1915) tampoco tenía por entonces la más mínima sospecha de que la demencia que posteriormente llevaría su apellido acabaría convirtiéndose en uno de los problemas más acuciantes de la investigación médica de comienzos del siglo XXI.
La enfermedad de Alzheimer está considerada hoy en día la forma de demencia más frecuente: afecta a unos 24 millones de personas. Sólo en Alemania, por ejemplo, existe un millón de pacientes con alzheimer, un número que, debido al creciente envejecimiento de la población, puede duplicarse en la generación próxima. Estas frías cifras tan sólo permiten vislumbrar el nefasto destino que se esconde tras el diagnóstico de alzheimer". Los médicos investigan la posibilidad de frenar o incluso remitir la insidiosa pérdida de memoria que conlleva la enfermedad. Para ello, deben comprender los procesos que acontecen en el cerebro de los pacientes. Los aliados más eficaces en la lucha contra este padecimiento son, sin duda, los animales de laboratorio, en especial, los ratones.
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