¿Cómo podemos restaurar los mares costeros devastados por el crecimiento incontrolable de algas y plantas que provoca la actividad humana?
Radu mihnea
Imagine el lector una playa atestada de veraneantes que gozan del cálido sol estival. Mientras los niños chapotean allí donde el agua no cubre, animales agonizantes y muertos llegan a la orilla. Primero, unos cuantos peces que se mueven con dificultad; después, masas malolientes de cangrejos, almejas, mejillones y peces putrefactos. Ante los gritos de los niños, los padres, angustiados, se precipitan al agua para llevárselos lejos. Mientras tanto, en el horizonte, pescadores frustrados vuelven a puerto en sus barcas con las redes y las bodegas vacías.
Esta escena no pertenece a un filme de horror de serie B. Incidentes de este tipo tuvieron lugar de forma periódica en numerosas localidades costeras del mar Negro en Rumania y Ucrania en los años setenta y ochenta del siglo pasado. Durante ese intervalo, se estima que perecieron 60 millones de toneladas de organismos bentónicos (los que medran sobre el fondo marino) por hipoxia (déficit de oxígeno), en una extensión de mar tan desprovista de oxígeno que no podía ya sustentar vida más allá de la bacteriana.
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