La arqueología y la geología nos demuestran que los antiguos, lejos de vivir en armonía con su entorno, esquilmaban la tierra.
El paisaje griego seduce, en su desolación, a quienes lo contemplan. Durante miles de años, nativos y viajeros han cantado las alabanzas de esta nación, famosa por sus civilizaciones de la edad del Bronce y el desarrollo cultural de su pueblo en la época clásica. Pero, ¿es la campiña que vemos resultado exclusivo de la actuación del clima o tuvo el hombre su parte por clareo de bosques y fomento de la erosión del suelo?
La arqueología está cambiando la opinión, largo tiempo mantenida, sobre el efecto de la agricultura en el suelo peninsular. Las pruebas hablan de episodios de deforestación y erosión catastrófica de la tierra durante los últimos 8000 años. Muchos sostienen ahora que son consecuencia de una historia dilatada de uso y abuso del suelo. Esta nueva perspectiva de los asentamientos humanos y su impacto sobre el entorno contrasta notablemente con la visión de los románticos del siglo xix, quienes consideraban a los griegos de la antigüedad prudentes administradores de una tierra que creían repleta de dioses.
Mayo 1995
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