La principal característica de un ser vivo es su capacidad par producir una réplica fiel de sí mismo. La clave del proceso se encierra en los cromosomas.
Todos los seres vivos, entre los que cada uno de nosotros se cuenta, están formados por células. Hay una enorme variedad de ellas, que tienen formas y tamaños tan distintos entre sí como lo puedan ser las apariencias de un microbio y de un elefante. Y también hay una enorme variedad de seres vivos, desde los que no consisten más que en una sola célula hasta los formados por millones y millones de ellas.
En marcado contraste con el mundo inerte de su entorno (el agua, el aire o el suelo, que podemos explicar con fórmulas químicas relativamente sencillas), las estructuras de los seres vivos son intrincadas asociaciones de moléculas complejas, generalmente organizadas en una jerarquía de niveles diferenciados. Cada componente y cada parte del organismo tiene su función propia, al tiempo que mantiene una fina armonía con el conjunto, lo que hace que éste, el individuo, viva. En cualquier ser vivo el conjunto individual es más que la mera suma de las partes.
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