Los fenómenos que preceden y siguen a la fusión del espermatozoide con el óvulo tienen que ocurrir en una secuencia precisa. En el curso de este proceso interviene, de forma destacada, una molécula singular.
Han transcurrido más de cien años desde que Hermann Fol, un perspicaz zoólogo suizo, lograra, mediante su microscopio, ver cómo un espermatozoide penetraba en un óvulo y lo fecundaba, para formar la primera célula de un nuevo embrión. De entonces acá, muchas de las etapas que constituyen el proceso de la fecundación —la serie de sucesos que tienen lugar, en un orden estrictamente obligado, desde el contacto inicial del espermatozoide y el óvulo hasta la fusión de ambos—, así como los que acontecen inmediatamente después de ella, han sido objeto de atención preferente por parte de los biólogos.
Al igual que Fol, que observó la fecundación de un óvulo de una estrella de mar, los primeros investigadores centraron sus estudios en los invertebrados marinos. La razón principal de esto estribaba en que los óvulos de tales organismos (en contraste con los óvulos de los mamíferos) son fecundados fuera de la hembra (en el agua del mar) bajo condiciones que pueden recrearse con facilidad en el laboratorio [véase "El proceso de la fecundación" por David Epel; Investigación y Ciencia, enero de 1978]. Desde finales de la década de los 50 se han preparado y perfeccionado sistemas de cultivo con los que se logra, in vitro, la fecundación y las primeras fases de desarrollo de los óvulos de mamíferos, y con los que se hace posible el estudio de las interacciones espermatozoide-óvulo con bastante detalle.
Febrero 1989
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