Hace millones de años, los dinosaurios se enseñorearon del planeta. Los saurópodos prosperaron en la Patagonia argentina, dejando innumerables restos óseos y huevos que dan testimonio de su diversidad y comportamiento.
SANTIAGO AZAR
Uno de los aspectos de los dinosaurios que más atraen la atención es el imponente tamaño. De todos ellos, el grupo de mayor porte ha sido, sin duda, el de los saurópodos, animales fascinantes que, a diferencia de los terópodos —con sus descendientes las aves—, no poseen representantes vivos.
Esos gigantes del Mesozoico hicieron su aparición hace más de 200 millones de años, posiblemente en el Triásico Tardío, y se extinguieron con la mayoría de los dinosaurios hacia finales del Cretácico, hace unos 65 millones de años.
De andar cuadrúpedo, cabeza pequeña y largos cuellos compuestos por un número variable de vértebras, los saurópodos ocuparon el papel de grandes consumidores primarios, especializándose en una dieta herbívora, aunque ignoramos si se alimentaban preferentemente de las copas de los árboles o de arbustos. Sus dientes adoptaron formas que iban desde piezas delgadas y cilíndricas hasta gruesas y espatuladas. Todas las piezas dentarias de saurópodos recuperadas exhiben amplios planos de desgaste, un carácter que no encontramos en los dientes sectoriales y afilados de las formas carnívoras.
Suponemos que su sistema de procesamiento oral de los alimentos no alcanzó el grado de perfeccionamiento de otros grupos de dinosaurios herbívoros, como los ornitisquios (ceratopsios, ankilosaurios, paquicefalosaurios, estegosaurios y ornitópodos). No obs tante, su éxito adaptativo y evolutivo es evidente, si se tiene en cuenta el elevado número de especies que se conocen, distribuidas en todos los continentes.
Septiembre 2002
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