El choque de dos estrellas debe de ser un espectáculo maravilloso. Creíase que se trataba de un fenómeno imposible, hasta que la inquisición en ciertas aglomeraciones de la galaxia ha revelado su cadencia normal.
No habría manera de extinguir la vida sobre la Tierra más impresionante que el choque del Sol con otra estrella. Si el proyectil fuera una enana blanca "una estrella muy densa que almacenase la masa del Sol en un cuerpo cien veces menor", quienes habitasen la Tierra presenciarían unos fuegos artificiales formidables. La enana blanca penetraría en el Sol a velocidades hipersónicas, de más de 600 kilómetros por segundo; se crearía una onda de choque inmensa que comprimiría y calentaría el Sol hasta temperaturas superiores a las de la ignición termonuclear.
Tardaría una hora la enana blanca en atravesar el Sol. El daño sería irreversible. El Sol, sobrecalentado, produciría, en ese breve intervalo temporal, la energía de fusión que genera en cien millones de años. El aumento de la presión expulsaría gas a velocidades muy superiores a la de escape. En unas pocas horas, el Sol se dispersaría por sí mismo. Mientras tanto, la causante de tamaña catástrofe, la enana blanca, continuaría su viaje impávida.
Enero 2003
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